Todo empezó en el año 1858, cuando los hermanos Rosal compraron los terrenos para construir una fábrica, aprovechando así la energía generada por la fuerza del agua.
Se construyeron edificios que servían para almacenar las balas de algodón, las abridoras y las batanas, el portal de entradas y salidas y una casa de dos pisos donde residian los propietarios.
En el siglo XX se construyeron las oficinas y los departamentos de acabado, donde se llevaban a cabo las tareas de tinte, blanqueo, apresto, confección, doblado y empaquetado.
La colonia llegó a contar con unos 1200 operarios que se distribuían en tres turnos, lo que llevó a construir viviendas y a ampliar nuevos servicios, con lo cual llegó a ser un poblado autosuficiente. Se abrieron tiendas de alimentos, mercería, zapatería, sastre, barbería, cafetería, hornos y muchos otros comercios. Más tarde también se construyó la iglesia y un convento con escuela, y durante la primera mitad del siglo XIX tuvo ferrocarril de FGC, que cubría el trayecto entre Manresa y Castellar de Nuch, conocido como "el Carrilet".
La crisis del sector textil llegó durante las décadas de 1970 y 1990 y llevaron la decadencia a Cal Rosal, provocando su cierre definitivo en el año 1992.
Actualmente Cal Rosal sigue conservando su población, fiestas y actividad comercial, pero las instalaciones permanecen cerradas, con aire desarraigado y fantasmagórico y haciendo recordar aquellos tiempos pasados de esplendor económico.
Raquel Martínez
Antonio García Liarte
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